Otro
despertar, este no tan metafísico. Naturalmente, no a la realidad o a la vida.
Porque la vida para un joven como el que fui yo no tiene nada que ver con una
expedición por el Amazonas buscando el Dorado, que acaba como
el rosario de la aurora. Lo malo (o lo bueno) de las iluminaciones en la
juventud es que no son «esto es lo que estaba esperando» sino que son caídas del
caballo dolorosas a lo San Pablo. Un «esto no me lo esperaba».
Lo que no me esperaba era la condición humana. Y sobre todo, el miedo, las dos
direcciones del miedo. Cuando está del lado de la autoridad y la osadía, no
conoce freno y maneja las situaciones a su antojo. Y cuando está del otro lado,
no sabe, no puede parar el abuso. Sí, ya sé que, aunque basada en hechos
reales, es una novela. Pero también aprendí leyendo este libro que aunque las
cosas no hubieran sido así, basta con que podrían haberlo sido.