miércoles, 11 de enero de 2012

Neutrinos y cretinos

La Naturaleza es partes sin un todo.
Fernando Pessoa.

Neutrinos y cretinos
A la naturaleza le importa un pito que alguien diga, se llame como se llame, que nada puede superar la velocidad de la luz. La naturaleza no tiene por costumbre organizar unas olimpiadas cada cuatro años o cada cuatro millones de lustros a ver quien corre más, si una mariposa, un árbol o una molécula de dinitrógeno. A la naturaleza le da igual que alguien, por ejemplo Einstein, formule una teoría o un principio, lance una hipótesis o dicte una ley. La naturaleza no cumple leyes, sigue pautas. Si nosotros no cumplimos las leyes que hacen nuestros legisladores no sé por qué pensamos que la naturaleza tiene que cumplir las que formulan los científicos. El universo, por lo poco que sabemos, es infinitamente variado y complejo. Si los seres humanos, que somos tan parecidos, que venimos todos probablemente de un tronco común, cuando establecemos contacto con grupos humanos que habían quedado al margen de la historia – de la nuestra, claro – no seguimos modelos; si los seres humanos, cuando establecemos contacto con grupos humanos desconocidos, lo hacemos con infinitas variables — dejando aparte que un grupo acabe dominando al otro — y establecemos relaciones de correspondencia diferentes dependiendo de 1001 factores (seguimos pautas, no leyes): ¿cómo podríamos estar seguros de que hay leyes o principios que rigen de alguna manera para todos los elementos, para cada fragmento o componente de la naturaleza? Que rigen previamente, que establecen asociaciones antes de haberlas establecido, que los términos de esa asociación están previamente determinados porque todos tienen el gusto de conocerse. El sistema del mundo, lo llamó pomposamente el siempre venerado Newton: pocos saben que practicaba la alquimia. El sistema del universo, el sistema del cosmos o de la naturaleza. Como si la naturaleza fuese un coche o una lavadora. Mientras hablan de Dios con gran conocimiento ― juega a los dados, no juega a los dados, existe, no existe ― andan todavía, si no a la búsqueda de su motorcito, de su causa causarum, sí de alguna especie de unidad de la ciencia, de puzzle fantástico donde poder encajar cada mínima pieza. Y proponen big banes, eso sí, con la consabida retahíla de excepciones y singularidades, ese oportuno invento de último siglo y sobre todo, con esa maravilla de la ciencia y de homenaje que el progreso científico le hace al pasado: el caso particular.
Como decía Machado en su Juan de Mairena: « Es evidente, […] que la razón humana milita toda ella contra la riqueza y variedad del mundo; que busca ansiosamente un principio unitario, un algo que lo explique todo, para quedarse con este algo y aligerarse del peso y confusión de todo lo demás.»
Puede ser que un punto del universo contenga todo el universo. Puede ser que todas sus partes, que todos sus miembros estén armónicamente concertados. Pero puede ser que no. Y parece que los que más deberían exigirse lo dan por demostrado. La naturaleza no sabe quien es Einstein.