sábado, 13 de mayo de 2017

LOS DÍAS Y SUS NOMBRES


      Solo Dios no es mudable, decía Juan Sierra. Nosotros, el universo, nuestras cosas si lo son. Las cosas son solo esclavas del tiempo. Nosotros somos esclavos del tiempo y la memoria. La memoria nos construye y el tiempo nos destruye. Poseemos el ansia de eternidad. Y quizá la alcancemos. Pero somos mudables. De ahí, el rito. El rito es tanto un deseo de congelar el tiempo, como un intento de hacer que una costumbre no sea mudable. Cuando el poeta dice “Esta noche Manuel, tú sobre el puente” dice también otra vez, dice también hoy te toca a ti otra vez. La Semana Santa está edificada sobre el rito y la devoción. Pero el tiempo es su clave de bóveda. No el tiempo plano, continuo de los días sin nombre. Sino el tiempo eterno de la niñez, el tiempo de los días sagrados, el tiempo a saltos de las emociones, de la memoria construida, de la insaciable nostalgia, de los días con nombre. Los ritos también se construyen pero, como decía Borges, alguna vez han corrido el albur de ser inmutables. Es eso lo que persiguen. Muchos dicen de los sevillanos que transformamos sucesos en tradiciones que solo tienen dos días. Pero una tradición no tiene que ser antigua para ser tradición, y no basta con que sea antigua para que sea tradición. Basta con que tenga la voluntad de quedarse, basta con  que tenga la voluntad de repetirse. Para que un rito sea rito, no basta que se repita, es necesario que sea sagrado. En la repetición de “Esta noche, Manuel, tú sobre el puente” hay tiempo mítico y espacio mítico. Mejor dicho, simbólico, porque en lo simbólico hay a la vez mito y realidad. Hay la voluntad de bañarse dos veces en el mismo río viendo pasar al Cachorro. Hay fe y hay creencia hasta en el sonido de la cuchilla al afeitarse la mañana del Domingo de Ramos, hay rito y hay tradición en el ponerse el hábito nazareno con tu familia, en tu casa; en la peculiar manera de ponerse la mano en el pecho para sujetar el antifaz a la cara. Hay tiempo y eternidad hasta en las cosas que queríamos hacer y no hacemos y hemos hecho siempre (ay que las destruyó el tiempo, ay, quién fundiera voluntad y memoria) Hoy no es sábado, mañana no es domingo. No es una cosa que es tiempo y es oro y se vende. Es Domingo de Ramos. Con Mayúsculas.

                                                                  José Manuel Benot