AGUAFIESTAS
Otros, simplemente, caen en la propaganda más burda dirigida a no se sabe quién: Había miles de jóvenes rezando en el Vía-Crucis de… Menos mal que ahora contamos con la pringosa y reciente adulación del poder, prestos a enviar sus Recaudadores de Impuestos en todas las direcciones que les marque el viento.
He aquí que llega el tiempo de los hombres comprometidos. Algunos que hasta
ahora no se habían acordado de que había sequía, de pronto se vuelven
solidarios y valientes y no tienen problemas en decirte lo mucho que hace falta
la lluvia precisamente ahora, esta semana. Porque es que tiene que llover,
porque es que hace falta mucho el agua y tiene que llover, aunque sea en Semana
Santa; si es en Semana Santa mejor, que hace falta ya. Salvadores de la ciudad
hay muchos y todos coinciden en lo
mismo: es en esta semana cuando hay que arreglar los problemas; es precisamente
esta semana la que molesta, por culpa de esta semana se paraliza todo y ya no
se hace nada hasta el otoño. Además, este año, con la crisis, la cosa no está
para sacar pasos. Tanta fiesta. Lo que hay que hacer es trabajar y dejarse de
pensar en tonterías.
Esta debe ser la estación de los hombres serios. No hay día en que no te
adviertan de las consecuencias funestas que tiene la Semana Santa para
la ciudad. No hay periódico que no publique entrevista a algún personaje que te
diga que está desencantado. Al parecer, ha viajado o vivido en Europa y no hay
en ningún lado estos residuos del Ancien régime. Y así no
avanzamos. Y lo peor no es eso, lo peor es que la Semana Santa ha
supuesto que el pueblo acepte los valores de una burguesía inmovilista, cuyas
nosecuántas familias ―muy pocas― dominan la vida de la ciudad y no te salgas de ahí.
Otros, simplemente, caen en la propaganda más burda dirigida a no se sabe quién: Había miles de jóvenes rezando en el Vía-Crucis de… Menos mal que ahora contamos con la pringosa y reciente adulación del poder, prestos a enviar sus Recaudadores de Impuestos en todas las direcciones que les marque el viento.
Desde un lado y otro te llueven opiniones de hombres que se preocupan
por ti y luchan por mejorarte. Algunos se acuerdan ahora de tu espiritualidad; es
de agradecer, porque durante el año llegó a parecer que solo les preocupaba tu
X en la declaración de la renta.
Pero todos estos males ya nos lo vienen advirtiendo desde hace años ciertos
varones ilustres. Del signo que sean ―Marías, Pérez
Reverte, Santiago― porque la
preocupación por ti no sabe de fronteras ideológicas. Aunque a veces te riñen.
Lo que molestáis. Ocupando el espacio público. Aunque tú puedas pensar que
decir que una fiesta popular ―la fiesta de la
ciudad― se apropia del espacio público es como decir que los parlamentarios
se apropian del parlamento o que yo ocupo mi casa. Claro que Javier Marías no
dice una fiesta popular, dice que los obispos se apropian del espacio público.
Nos confunde con los obispos, que ya es confundir (véase espiritualidad.)
Y no hablemos de los sesudos antropólogos y expertos en patrimonio que se
llenan la boca diciendo que hay que identificar a la comunidad con sus raíces
culturales, que hay que poner en valor, que hay que hacer sentir el
patrimonio a la comunidad como algo suyo... Y llegan aquí y como no hay nada
que salvar (bueno, las saetas y el buen gusto en la música) y no se
encuentran una tradición moribunda y sí ven, como ellos quieren, raíces y la
Semana Santa tiene
efectivamente valores artístico-culturales, es
decir, es verdaderamente patrimonio y al menos parte del pueblo la
ha convertido en su seña de identidad, pues acaban renegando y no se puede
hacer nada con esta gente y claro, esto no es cultura ni es nada, qué va a ser,
estamos hartos de estos catetos, que asco de esta ciudad, siempre lo mismo.
Está claro que es labor de los intelectuales identificar los infinitos
males que provocan las cofradías; pero no solo de ellos, son muchos los que se
convierten en agudos analistas y, parafraseando a Menéndez y Pelayo[1], dan cuenta de sus abusos. Que en Sevilla
hay escasa e inválida oferta cultural: la culpa la tienen las cofradías. No hay
industria, no hay iniciativas: la culpa de las cofradías. La culpa del paro: de
las cofradías. Hasta has podido leer en meses pasados un comentario serio que
decía que las cofradías eran las responsables del secular atraso andaluz. Para
eso están los eminentes analistas que te ponen el dedo en la llaga y te ofrecen
soluciones sensatas y bien meditadas:
¿Imaginan ustedes
parte de la pasta invertida en cofradías y casetas de feria, empleada en hacer
de esa ciudad un verdadero polo de atracción, no sólo del turismo, sino de la
cultura internacional? (PÉREZ REVERTE,
2005)
Está claro. La culpa de la alienación del pueblo la tienen las fiestas. Y
es que el pueblo no aprende, el poder lo engaña con cualquier cosa: los toros,
el fútbol, las cofradías. Aunque tú pienses que quizá eso sea una renuncia de
los intelectuales a hacer lo que les corresponde: un análisis más serio de la
realidad y no recurrir al panem et circenses para explicar la
opresión, la injusticia, la explotación y negar el consuelo y olvidar que suele
ser el pan y no el circo ―y esto también es
un análisis superficial― el que compra
voluntades: poco pan, sobre todo para los que tienen todavía derechos y juegan
un papel dentro de la estructura de la sociedad y ningún pan para los que
pueden ser controlados con el látigo o la ideología del poder.
Y como todos sabíamos que la crisis es culpa de los días en rojo y de los
puentes, al presidente que tenemos ya se le ocurrió la genial idea de pasar el
Jueves Santo a no sé dónde y en cambiar las fechas de sitio por indicación, al
parecer, de los empresarios. Sólo hablaba de las fiestas que no tienen arraigo
social, pero no parece que se tratara del día de la Constitución, ni el de la
Hispanidad, ni los recién inventados de las comunidades autónomas. Claro que el
otro―presidente, quiero decir―, tan antiiglesia
él, estuvo a punto de quitar a los españoles del tabaco, del alcohol y de las putas,
lo que no había conseguido la Iglesia oficial en dos mil años.
Supongo que para que nuestro paro fuese un paro más ascético. Ya decía Julio
Camba que cuando un gobierno anuncia grandes propósitos regeneradores quiere
decir sencillamente que va a cerrar los cafés a las dos de la mañana.
Y tú piensas que conservas tu fiesta y conservas tu dignidad, la que te
permite el poco pan; porque cuando lo pierdes todo, ya no eres nada y nada
puede poner límites a tu abyección. Y piensas también que si en algún momento
las fiestas o el fútbol tuviesen algo que ver con la pereza de un pueblo, sería
como síntoma o como consecuencia, nunca como causa.
Así que no discutas con los salvadores de la ciudad. No caigas en los
argumentos fáciles del turismo o la caridad que hacen las hermandades. No es la
razón de su instituto el hacer caridad―aunque la hacen y mucho― y no salimos para que nos vean los turistas, aunque algunos crean que
sí. En realidad, a ellos no les preocupa la ciudad y saben perfectamente que el
agua puede esperar una semana. A medida que las tardes se alargan, tu ilusión
va creciendo y ya no te rozan agoreros ni aguafiestas. Y vuelves, ya firme, sin
bandazos, a la ruta que te lleva a la Esperanza. Porque ha llegado el tiempo de
la luz al lugar de la luz. Así que ponte tu traje de hombre y tu sonrisa de
niño. Sal a la calle y disfruta. Y no te justifiques. Solo quieren que no
seamos felices.
[1] “¿Por qué no había industria en
España? Por la
Inquisición. ¿Por
qué somos holgazanes los españoles? Por la
Inquisición. ¿Por
qué duermen los españoles la siesta? Por la
Inquisición. ¿Por
qué hay corridas de toros en España? Por la
Inquisición.”