domingo, 24 de mayo de 2020

LA REALIDAD Y EL DESEO


       Solo después de haber manoseado, subrayado, exprimido y descuajaringado la antología de Alianza Editorial, pude reunir 1.300 pesetas y dirigirme a la pequeña librería El Toro Suelto, que estaba en el Pasaje de los Azahares, y adquirir la edición del Fondo de Cultura Económica. Mi primer libro de lector serio. Si iba a ser poeta, no bastaba con aprenderse el poema Lázaro de memoria y recitárselo al primero que pillase desprevenido o en la clase de Literatura del instituto. Tenía que tener esa edición. Había, desde luego, otros poetas, pero ninguno manejaba el verso libre con ese sentido del ritmo, ni te hablaba al oído de lo que tú querías que te hablaran, ni reflexionaba en voz queda de cosas esenciales, íntimas, pero con una sucesión de palabras definitiva y exacta «mientras la golondrina con grito enajenado va por el aire vasto». No, no donde habite el olvido, sino el recuerdo de algún día de aquella adolescencia. Un recuerdo más cierto, más palpable, dónde quiera que estén esos días; «Oír de nuevo en el silencio, vivo de trinos y de hojas, el susurro tibio del aire donde las almas viejas flotan.».