No sé a quién
ni dónde leí que La Ilíada nos gustaba (todavía, supongo) porque había algo en
las sociedades complejas y actuales que nos atraía de la épica. Más
completamente, que las literaturas interesan en el tiempo en el que son creadas
y cuando desaparecen todas las implicaciones sociológicas de su tiempo, dejan
de interesar. Pero en la Ilíada había un no sé qué (¿cierta nostalgia de lo
heroico en una sociedad burocrática?) que hacía que a algunos, a unos pocos, no
nos engañemos, nos apasionara.
Belicista,
mera sucesión de batallas y de duelos sin cuento…, y la consabida comparación
desventajosa con la Odisea, mucho más divertida, variada, amable y menos
violenta. Yo tengo la sospecha de que todos los que dicen eso de La Ilíada la han
leído por obligación. Les han dicho que es un poema épico griego en el que el
protagonista es Aquiles y luchan contra los troyanos. No han cuestionado estos
principios y se han sumergido en sus páginas como en un mar (¿diremos piélago?)
de aburrimiento, corregido y aumentado al llegar al catálogo de las naves.