Don Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana,
Correo Mayor del Reino (Mercurio del Júpiter de España, lo llamó Don Luis) tuvo
una vida agitada y una muerte trágica (o viceversa). Era capaz de matar a
cuchilladas a un toro en la plaza, o de renunciar a una venera de diamantes que
se le había caído al suelo por no perder el galope cuando acompañaba, garboso,
al rey a caballo. Se cuenta que incendió la representación de su propia obra La
Gloria de Niquea, en los jardines de Aranjuez, para salvar a la reina sacándola
en brazos. Practicó con saña la sátira literaria y la política. Fue desterrado
por Felipe III de la corte a la que regresó con Felipe IV. Cuando parecía que
su estrella volvía a brillar, un 21 de agosto, mientras paseaba en su coche, un
hombre salió de unos soportales y le hizo una herida tal «que aun en un toro
diera horror». Como a Julio César, lo avisaron esa
misma mañana de que iba a morir. Unos dicen que lo mataron por cuestiones
políticas, otros por pretender a la reina, otros que para evitar el escándalo
del proceso por sodomía que se le había abierto. Pero todos están de acuerdo
que la orden vino de muy arriba, de Olivares y del rey. Este libro, paradojas
de la historia, no se hubiese escrito hoy porque Luis Rosales lo escribió para
demostrar que no fue la homosexualidad la causa de su crimen. Para ello nos
lleva, acompañados de crónicas, versos y anécdotas a una reconstrucción entre la crítica
literaria, la histórica y lo puramente detectivesco.
¡Ay, si don Juan se hubiese
hecho caso! Lo digo por este espléndido soneto, que todavía me estremece cuando
lo leo:
Silencio, en tu
sepulcro deposito
ronca voz, pluma
ciega y triste mano,
para que mi dolor
no cante en vano
al viento dado ya,
en la arena escrito.
Tumba y muerte de
olvido solicito,
aunque de avisos
más que de años cano,
donde hoy más que a
la razón me allano,
y al tiempo le daré
cuanto me quito.
Limitaré deseos y
esperanzas,
y en el orbe de un
claro desengaño
márgenes pondrá
breves a mi vida,
para que no me
venzan asechanzas
de quien intenta
procurar mi daño
y ocasionó tan
próvida huida.
(Pero si se hubiese hecho caso, quizá hoy yo no estaría hablando de él.)
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