No comprendo
los entusiasmos del maestro Castrovido por esa d del "marchad"
con que las autoridades nos conminan a seguir una dirección determinada.
¡Marchad! ¡Id! ¡Venid! ¡Corred!... Indudablemente, todo esto es muy gramatical;
pero yo estoy seguro que cuando Castrovido se dirige a sus chicos, les dice
"correr", "venir", "ir", "marchar"…
Las
des finales son en castellano unas letras enteramente parasitarias. ¿A
quién le ha oído nunca el ilustre Castrovido decir "Madrid" o
"pared"? Unos españoles dicen "Madrí" y otros dicen
"Madriz". Unos pronuncian "paré", y otros
"parez". Quizá algunos, en su afán de acomodar la prosodia a la
ortografía -y los catalanes, que pasan por enemigos del castellano, son los que
más se esfuerzan en este sentido-, lleguen a obtener aproximaciones tan
estimables como "paret" o "Madrit". En cuando a
"Madrid" y a "pared", no le demos vuelta. Se trata de dos
palabras completamente impronunciables.
Los grandes actores resuelven la
dificultad apoyando las des parasitarias del castellano en las vocales
iniciales de otras palabras.
-"Madrí
des" una gran "ciudá"- dice, por ejemplo, el señor Díaz de
Mendoza.
Y el Sr.
Thuillier, recogiendo la d que su director artístico ha dejado en el
aire, exclama a su vez:
-Sí. Una "ciudá despléndida"…
¡Qué trucos,
qué supercherías, que subterfugios más histriónicos!... La ligazón, tan propia
del francés, no va con el espíritu de nuestro idioma. Y ¿es el amigo Castrovido
-hombre de tan notoria significación política- quien, a propósito del
"marchad" y el "marchar" viene a defender el prejuicio
ortográfico contra la realidad fonética? Nadie dice "marchad" en
España, sino "marchar", "marchaos" y hasta
"marcharos". Y claro está que nada de esto es muy gramatical; pero,
¿qué vamos a hacerle? Un idioma que estuviese obligado a ajustarse a la Gramática
sería algo así como una Naturaleza que estuviese obligada a ajustarse a la
Historia Natural.
Julio Camba 1947